El descubrimiento del agua en el sistema solar de TRAPPIST-1 es solo uno de los muchos logros que el James Webb ha conseguido en sus primeros meses de operación
El James Webb es el telescopio espacial más avanzado y potente jamás construido. Su misión es explorar el universo en el rango del infrarrojo, desde nuestro sistema solar hasta las galaxias más lejanas y antiguas.
Una de las metas científicas del James Webb es estudiar la formación y evolución de los planetas, tanto en nuestro sistema solar como en otros sistemas planetarios. Para ello, el telescopio cuenta con cuatro instrumentos que pueden observar en diferentes longitudes de onda y con distintas resoluciones. Uno de estos instrumentos es el Mid-Infrared Instrument (MIRI), que puede detectar la emisión térmica de los planetas: la energía calorífica que irradian en forma de luz infrarroja.
Recientemente, un equipo internacional de investigadores ha utilizado el MIRI para medir la temperatura del exoplaneta rocoso TRAPPIST-1 b, que orbita alrededor de una estrella enana roja a unos 40 años luz de distancia. El resultado indica que el lado diurno del planeta tiene una temperatura de unos 500 kelvins (unos 227 grados Celsius) y sugiere que no tiene una atmósfera significativa.
Pero lo más sorprendente es que el MIRI también ha detectado rastros de agua en el sistema solar de TRAPPIST-1. Según los investigadores, el agua podría proceder de los cometas o asteroides que chocan con los planetas o que se evaporan al acercarse a la estrella. El agua podría ser un indicador de la presencia de vida o de las condiciones para su aparición.
El descubrimiento del agua en el sistema solar de TRAPPIST-1 es solo uno de los muchos logros que el James Webb ha conseguido en sus primeros meses de operación. El telescopio seguirá observando el universo con una precisión y una sensibilidad sin precedentes, abriendo nuevas ventanas al conocimiento y al asombro.